Reto 1: El liderazgo pedagógico necesario.
El liderazgo pedagógico se puede definir como la capacidad para influir de manera determinante en aquello que se realiza en las aulas, de forma colectiva, organizada y con un propósito común. Este liderazgo debe estar fundamentado, por un lado, en una sana presión para impulsar el cambio y, por otro, en referentes estables que, a partir de un ejercicio de conciencia colectiva de los mismos, permita tomar las decisiones más adecuadas. Esto supone, por un lado, hacer un ejercicio de revisión y puesta en común sobre la visión del aprendizaje o finalidades que pretendemos que alcancen nuestros alumnos y alumnas (Malpica, 2013: 70-71).
La participación en esta reflexión debería de ser no sólo de los docentes y equipo directivo, sino que, de ser posible, involucrar en ella a toda la comunidad educativa (alumnado, padres de familia y otros grupos de interés). A mayor participación consigamos, mayor liderazgo pedagógico obtendremos posteriormente cuando realicemos el plan estratégico pedagógico para abordar el cumplimiento de la visión compartida del aprendizaje. El reto es crear la autoridad necesaria en el liderazgo pedagógico y que dicha autoridad no sea sólo de una persona, sino de todo el equipo directivo y del cuerpo docente. Sin embargo, este liderazgo debe ser conquistado poco a poco; no se trata de una revolución, sino de una evolución tranquila pero imparable. Ganamos liderazgo cuando aquello que impulsamos funciona, por tanto, no es tan importante que aquello que innovemos sea ambicioso o no, sino que funcione. Pequeños cambios que podamos lograr en las prácticas educativas docentes de nuestro centro escolar generan un mayor liderazgo pedagógico, y así, de un pequeño cambio a otro, dicho liderazgo va creciendo.
Reto 2: Tiempo de dedicación adecuado
Es posiblemente el recurso más escaso en un centro educativo y por tanto, un recurso muy valioso. ¿Por qué el tiempo es un bien tan escaso? Seguramente porque lo tenemos ocupado en actividades de todo tipo, muchas de ellas que tienen poco que ver con la planificación, impartición, reflexión e innovación de la práctica educativa. Nos referimos al tiempo utilizado en reuniones, para asuntos burocráticos, para cumplir con disposiciones administrativas, etcétera. Estas actividades son necesarias, claro, pero no tan importantes como aquellas referidas a la docencia. La capacidad que tengamos para minimizar este tiempo será muy importante para emprender el camino de la profesionalización en las prácticas educativas.
El reto de rescatar tiempo para la reflexión y mejora continua de nuestra práctica pasar por verlo no como algo extra, sino como algo integrado en el horario laboral y el trabajo cotidiano, como hacen los médicos, que no ven sus clínicas y presentaciones entre colegas como algo extra sino como parte importante y obligatoria de su desempeño profesional. Por eso es tan necesario que estos procesos no los realice cada uno por su lado. Un solo docente será más difícil que encuentre tiempo para implementar cambios y mejoras en su práctica educativa, sobre todo si estas actividades no forman parte de sus tareas cotidianas y permanentes como docente y si además, no obtiene un reconocimiento directo por ello. Muchos profesores invierten un tiempo valioso en unas prácticas educativas adecuadas que luego no encuentran un hueco para ser compartidas.
Reto 3: El desarrollo de una cultura docente más profesional
¿Qué pasaría si hiciéramos algo diferente como un autodiagnóstico de nuestra práctica educativa, es decir, que cada profesor hiciera el suyo y luego lo compartiéramos para analizar la práctica general que llevamos a cabo? La respuesta la tienen varios centros que han seguido este proceso y que han encontrado que sí es posible cambiar hábitos y por tanto, con el tiempo, también la cultura de nuestros centros educativos.
Una sola actividad seria y profesional de reflexión sobre la práctica, genera nuevas formas de enfocar las mismas actividades educativas y por tanto, la posibilidad de generar nuevos hábitos con el tiempo, así como una nueva cultura docente.
Sin embargo, no cualquier acción es válida para cambiar los hábitos docentes. Han de ser actividades fundamentadas, que no puedan entenderse como arbitrarias, altamente participadas y que tengan un sentido de sistematización, no de un solo evento.
Reto 4: La participación de toda la comunidad educativa
Otra condición para hacer posible la innovación de la práctica educativa, es darle el reconocimiento social que merece, ya no sólo por parte de los propios profesionales de la educación, sino por toda la comunidad educativa. Estimular la participación de los alumnos y alumnas, del profesorado, de los padres, de los miembros del consejo escolar y, en definitiva, de toda la comunidad, permite crear condiciones más adecuadas para la reflexión sobre los aspectos que pueden innovarse y para el reconocimiento de las buenas prácticas educativas.
“Las escuelas eficaces suelen tener métodos de trabajo que intensifican la participación, cosa que juega a favor de los esfuerzos realizados por el centro además de proporcionar recursos adicionales que pueden ser muy útiles para mejorar las oportunidades de aprendizaje. Crean también un fuerte sentido de comunidad que fomenta el compromiso de conseguir niveles altos de calidad.” Ainscow, M., Hopkins, D y West, M. (2001).
La idea es que la comunidad educativa se convierta en un contrapeso a los condicionantes de cultura del profesorado y del contexto social en que se encuentra el centro educativo. Los alumnos pueden ayudar o perjudicar las mejoras que deben introducirse, aunque no lo hagan de forma explícita, y sin embargo, muchas veces no se les explican los cambios en la práctica educativa que se están introduciendo. Lo mismo cuenta para los padres de familia y otros grupos de interés. Si se les permite colaborar, si se les hace partícipes de las nuevas metodologías, si se les pide su apoyo, las innovaciones en las aulas estarán seguramente más cerca de conseguirse.
Reto 5: Minimizar la influencia negativa del contexto
Como profesionales, nosotros también aprendemos a partir de pequeños pasos, de interiorizar poco a poco las prácticas educativas más adecuadas hasta dominarlas totalmente. Para ello también necesitamos ayuda contingente de nuestros colegas y que nos vaya siendo retirada en función del dominio que vayamos demostrando en las prácticas docentes necesarias para la innovación deseada.
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